Kiko carece de ladrido, y eso, en el mundo de los perros, le crea muchas dificultades, por lo que siempre está triste y acomplejado. En cambio, junto a Marta, descubre unas cualidades que desconocía poseer y no sólo logra su aprecio, sino también el de sus vecinos.
Kiko, el perro que no podía ladrar está dedicado a todos los niños y las niñas que a pesar de su discapacidad luchan por salir adelante. Es también un reconocimiento a todos los adultos que, gracias a su empatía y altruismo, lo hacen posible.